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Carta de un perro abandonado:

Estimados posibles “abandonadores”,

Soy Ruskus y tuve la maldita suerte de ser abandonado hace cuatro años. Sí, también fue por estas fechas, en las que las personas suelen salir de viaje y parecen disfrutar más de la vida. Vacaciones lo llaman…

Todo empezó medio año antes, en Navidades; curiosamente, otras fechas en las que las personas también parecen disfrutar más de la vida. Fui un regalo de Reyes y aunque parece que para los humanos los regalos suelen ser algo bonito, no debí ser un regalo suficientemente bueno porque en seguida empezaron los gritos, los zarandeos, los tirones de correa… y aunque yo intentaba agradarles, parece que no siempre lo conseguía.

A pesar de todo, yo les quería ya que, desde que perdí de vista a mi madre y a mis hermanos, esas personas se habían convertido en mi familia. Mamá siempre me enseñó que a la familia había que cuidarla y tratarla bien pero a la vista de todo lo que sucedió después, a algunas personas no les deben enseñar lo mismo…

Aquel triste día ya empezó de una forma extraña. Estaban todos muy nerviosos y no paraban de mover todo de un lado para otro. Por lo que hacían y la forma en la que se movían, siempre era capaz de anticipar si me llevaban a la calle, al veterinario, al campo, o a cualquier otro sitio pero aquella vez todo era muy distinto. Aunque me subieron al coche como tantas veces, me miraban de una forma que me inquietaba… Y poco tiempo después el coche paró, me bajaron de él me tiraron con violencia en el cubo de basura y la tapa se cerró. Es ahí cuando de verdad empecé a sentir miedo; un miedo que no he podido superar hasta ahora. Ese olor, esa oscuridad, el dolor de mis músculos tras intentar durante horas salir de allí, el resonar de mis propios gemidos… son cosas que difícilmente se olvidan.

Milagrosamente, la tapa se abrió, segundos antes de que aquella trituradora acabase conmigo, pero aquel hombre que me acababa de salvar la vida, me echó de allí a patadas, gritándome y tirándome piedras mientras me alejaba. Más miedo, más cansancio, más hambre… Fueron muchos los días que vagué por las calles y muchas las penurias que pasé, pero eso os lo contaré otro día, pues esta carta no tiene el objetivo de aburriros con ellas….

El caso es que al final una protectora me recogió y aunque al principio también me dio mucho miedo, acabé entendiendo que aquel sitio en el que nunca debería haber acabado, era el mejor sitio en el que podía estar. Porque después de que me recogiesen de la calle fui adoptada otras dos veces, justo las mismas veces que me devolvieron a la protectora… ¿Por qué lo hicieron? Porque mordía los muebles, ladraba, gruñía a otros perros… ¡¡Solo tenían que haber tenido un poquito de paciencia!! Pero no la tuvieron y cada vez que volvía allí, empeoraba un poco más porque aunque, como he dicho, creo que este sitio desde el que escribo es el mejor sitio en el que puedo estar, no se puede decir que sea un buen sitio…

A pesar de que aquí me cuidan mucho y me ayudan a vencer mis miedos y a confiar de nuevo en el ser humano, pasar los días encerrado en un chenil de cinco metros cuadrados, escuchando ladridos constantemente, respirando el olor a excrementos… tras  haber sido maltratado y abandonado varias veces, no es precisamente lo que necesito. Lo que de verdad me vendría bien es vivir en un hogar en el que entiendan mi sufrimiento y el ritmo que necesito, me traten bien… un hogar en el que me vean como uno más de la familia y en el que la idea de abandonarme no esté entre sus opciones, porque seguro que nos encontraremos con dificultades por el camino…

Muchos os estaréis preguntando como estoy ahora y el motivo por el que me he decidido a escribir esta carta y contaros parte de mi historia.

Lo cierto es que no pierdo la esperanza y sigo esperando que llegue mi  oportunidad pero ya tengo cuatro años y he vivido más tiempo en la protectora que en una casa…  No lo tendré fácil y cada día que pasa aumenta la probabilidad de que pase el resto de mis días aquí, por lo que esta carta no la escribo pensando en mí, sino que la escribo pensando en todos los demás.

Ese es el motivo por el que he decidido escribiros esta carta. Porque, también por probabilidad, muchos de vosotros estaréis pensando en abandonar a vuestro perro este verano y otros muchos estaréis pensando en adoptar o comprar uno. Solo os quiero pedir que penséis bien lo que vais a hacer porque lo que decidáis tendrá consecuencias directas y, en muchos casos, irreversibles sobre un ser vivo. Yo, a pesar de todo, soy afortunado porque soy uno de los miles de perros abandonados que sigue vivo, esperando una oportunidad que ojalá algún día llegue, pero otros muchos miles murieron por el camino hambrientos, enfermos, golpeados, atropellados…

Es curioso que los humanos no tengáis una  palabra específica para definir a las personas que abandonan. Probablemente sea porque sentís que esa indefinición os libera, tanto a los que abandonáis como a los que miráis hacia otro lado, de toda culpa. Pero, mientras tanto, no os olvidéis: yo sigo aquí, entre rejas, como tantos otros…

Nunca perderé la esperanza, pero es probable que mi vida y la de muchos como yo, nunca llegue a ser como siempre debería haber sido. Sin embargo, si que estamos a tiempo de cambiar el destino inmediato de muchos perros. Por eso solo te pido que, por favor, no te conviertas en un “abandonador”. Por favor, no lo hagas.

Atentamente,

Ruskus