La ilusión de adoptar un perro o un gato se puede frustrar al poco tiempo si la mascota presenta conductas agresivas. La solución más fácil puede ser devolver el animal al centro de adopción, pero eso va a impedir que se pueda desarrollar una solución más efectiva y satisfactoria a largo plazo, que sería garantizar la convivencia entre el animal y el dueño de casa.
Para Marta Ribas, veterinaria de la Sociedad Protectora de Animales de Catalunya, “un animal no es bueno o malo de por sí, es un producto de la experiencia que ha tenido”. Por ello, describe, es posible que haya perros que actúen agresivamente ante un estímulo que les recuerda a malos tratos o golpes, como puede ser levantar una mano, gritar o forzarle a comer.
La clave, paciencia
“Somos parte de su camada”, compara Ribas, y como nuevo integrante de la familia, los humanos tienen que apostar por una palabra mágica: paciencia.
El primer paso es evitar llevarse al animal del centro de adopción el primer día. Lo que sugiere esta profesional es que el interesado pasee al perro por los alrededores de las instalaciones, y vea la interacción con su futuro dueño. Y si el adoptante tiene otro perro, en un segundo paseo lo puede llevar para ver la integración con su futuro compañero de hogar.
Gemma Coloma, fundadora junto a David Aragón del centro de educación canina Boncan, también es partidaria de evitar la impaciencia en los primeros encuentros y que el futuro dueño realice dos o tres visitas al animal.
“Un animal no es bueno o malo de por sí, es un producto de la experiencia que ha tenido”
MARTA RIBAS Veterinaria de la Sociedad Protectora de Animales de Catalunya “ Damos por hecho que los perros nos entienden, cuando no es así. Es una especie distinta, y al ejemplar con que tratamos puede que le hayan pegado o metido miedo. Tampoco podemos llevarlo a casa y, al poco de adoptarlo, achucharlo, darle besos y abrazos. A ninguna persona le gustaría ser tratado así cuando va de visita a una casa”, agrega esta adiestradora canina.
Respetar los tiempos
Al perro hay que respetarle sus tiempos y dejar que solo vaya ganando confianza. “Algunos son como las personas caraduras, que al primer día ya quieren jugar y recibir cariño. Pero otros, quizá por malas experiencias, son más temerosos. Intentemos ver qué tipo de perro tenemos, y luego vemos cómo logramos que se integren”, precisa Coloma.
Una estrategia es dejarle dos cuencos, con agua y comida, y dejarlo que se acerque a alimentarse cuando tenga hambre o cuando perciba que no hay peligro. No es buena idea estar merodeando para ver sus reacciones: si el animal por temor se esconde debajo de una cama, ya saldrá cuando considere que el ambiente es seguro.
Otro truco es dejarle un camino de pequeños trozos de comida para que salga de su escondite, hasta llegar a un premio mayor.
El perro es territorial y hay que dejarle que explore y olfatee libremente las zonas que le serán permitidas
El perro es un animal territorial, y como tal, primero quiere conocer cuál será su dominio. Aparte de darle una cama de buen tamaño, el animal comenzará a explorar los rincones de su nuevo hogar. Hay que dejarlo que olfatee libremente, y abrirle el paso a las zonas que les permitiremos estar.
Pero hay que evitar desorientarlo con órdenes contradictorias: si no queremos que esté en el dormitorio no debemos abrirle la puerta y permitirle saltar a la cama si al día siguiente lo expulsamos de allí.
Combinar juegos con premios
La combinación de juegos con premios como comida o chuches para animales también sirve para ganar la confianza y saber qué se debe hacer y qué no. En las primeras jornadas conviene realizar paseos cortos por el parque cercano o el barrio, para evitar la sobreexcitación por recibir demasiados estímulos. Cuando orine en los lugares indicados, se lo puede premiar con una golosina.
Hasta que no se vea que está adaptado conviene evitar la interacción con otros perros. Es posible que reaccione agresivamente si es que en su pasado estuvo hacinado con otros animales donde tenía que defenderse para ganar su espacio y comida.
No conviene que interactúe con otros perros hasta que esté adaptado
La confianza también se gana con palabras suaves, evitando gritos y el bombardeo de órdenes. Tratar de que en las primeras semanas sepa comportarse, sentarse y tirarse al piso es una pretensión desmedida, sobre todo para un perro adoptado.
En los paseos se sugiere descartar los collares de ahorque, que pueden despertar la agresividad al sentir la presión sobre su cuello.
Los perros potencialmente peligrosos cargan con un fama de agresividad que, para estas expertas, es injusta. Es cierto que un mastín, un rottweiler o un pit bull pueden atemorizar por su presencia y el tamaño de su mandíbula, pero como cualquier otro perro, su agresividad en ocasiones es producto de su historia más que de la raza.
De hecho, Coloma recuerda que la mordida más peligrosa a la que se enfrentó fue la de un yorkshire. “La gente suele no darle importancia a la agresividad de un perro pequeño”, puntualiza.
Hay que evitar los gritos y el bombardeo de órdenes, y descartar los collares que presionen su cuello
En la Sociedad Protectora de Animales de Catalunya solo un 10% de los perros que alojan, unos 500, son de razas consideradas potencialmente peligrosas. Y si una persona quiere adoptar uno de ellos tiene que tramitar una licencia ante el ayuntamiento, presentando un certificado de antecedentes penales y realizar un test psicofísico, entre otros requerimientos.
¿Qué hacer con los gatos?
Con los gatos hay que desarrollar otras estrategias. Ribas recuerda que, como el perro, no hay gato bueno o malo en sí, pero que este pequeño felino, al ser más asilvestrado, es de carácter más arisco y su adiestramiento es más complicado. “Delante de un estímulo negativo reacciona con el ataque o la fuga, se esconde o ataca”, dice. Y precisa que si sucede esto es “porque el propietario no lo está haciendo bien”.
También hay que dejar que el gato, poco a poco, vaya explorando la casa, y el truco del alimento cercano –pero sin humanos alrededor– es una forma de invitarle a dar sus primeros pasos.
El truco del alimento cercano, sin humanos a la vista, le invitará a dar los primeros pasos y explorar
El gato no entiende los conceptos humanos de fidelidad o independencia. No se lo puede forzar a ser amigo. A lo sumo, cuando se sienta confiado comenzará a restregar su cabeza y parte del lomo sobre las patas de la mesa o las piernas para sentir que ese territorio y esas personas forman parte de su entorno.
Si vemos que hay resistencia, productos como el Feliway, que como los aparatos contra los mosquitos se conectan a la corriente eléctrica y generan un sucedáneo de las feromonas, sirven para que el animal se sienta seguro y evite arañar muebles o marcar terreno con orines como muestra de intranquilidad.
Cuando se sienta confiado empezará a restregar su cabeza y lomo sobre las patas de la mesa o las piernas
JUAN PEDRO CHUET MISSÉ
El problema no siempre reside en el animal sino en la impaciencia de los nuevos dueños